Tuesday, June 27, 2006

Con Rosa y los ciudadanos vascos

Se vislumbra en el norte de este país un aumento de voces reclamando un tercer partido ciudadano, una Rosa en el Puño a la española. ¿La articulará, precisamente, Rosa?. Arcadi Espada hizo un llamamiento a la "izquierda con alma liberal, racionalista, ciudadana, laica y moderna, a rebelarse contra lo obsoleto y dar paso a lo nuevo. Verónica Puertollano recogió el guante en Madrid y Carlos Martínez Gorriarán ha hecho lo propio en el País Vasco.





Mi vecina, amiga y compañera de Basta Ya del blog vecino, Rosa Díez, lleva tiempo intentando promover la reforma de su partido, el PSOE, y particularmente de la sección vasca que padece, el PSE. Al fin y al cabo, el problema original del que derivan los demás, la situación a la catalana, surge de la falta de democracia en los partidos. Pero todo indica que el enorme esfuerzo que requiere ese empeño sólo puede dar resultados a largo plazo, porque el señuelo de un próximo acceso al poder es sin duda alguna el premio que mejor y más unifica a un partido. No parece interesante tener que pasar por una versión vasca del viacrucis catalán para esperar pacientemente que militancia y votantes acaben descubriendo que el viaje de la fusión con el nacionalismo ni merecía la pena ni producía otra cosa que el secuestro del sistema democrático y el desprecio oficial de la pluralidad cívica, con el deterioro social consiguiente.¿Y el PP, se preguntarán ustedes como nos preguntamos muchos? Es indudable que es el único partido nacional que no ha sido tocado, de momento y relativamente, por la epidemia necionalista, pero su manera de reaccionar contra la extensión del problema, recoger firmas de pataleo mientras se reclama para sus comunidades lo mismo que obtenga Cataluña, es totalmente decepcionante. EL AUGE DEL NACIONALISMO NECESITA UNA ENÉRGICA REACCIÓN EN SENTIDO LIBERAL IGUALITARIO, dirigida contra el todo del nacionalismo. Y, naturalmente, requiere una respuesta política y no meramente simbólica (ahí no le van a ganar a Chaves). La competencia entre nacionalismos rivales es un error. Pero la reacción liberal no se ve por ninguna parte en la política diaria, aunque brille de modo efímero en los excelentes discursos parlamentarios de Mariano Rajoy.Desconcertado por los cambios que ve a su alrededor y sin saber cómo interpretarlos, el PP opta por el refugio del conservadurismo a la defensiva. Prefiere la mayoría de las veces negarse a reconocer que haya cambios de ninguna clase, o bien señalarlos como inicios del apocalipsis, e incluso apuntarse a esas extravagantes verdades no oficiales –mochilas que se desvanecen, tarjetas de Eroski transmutadas en cassetes de Gurruchaga- muy útiles para vender periodicos, pero también para seguir muchos años haciendo méritos en la oposición. Porque luego es la realidad la que desmiente, por ejemplo, las gratuitas y absurdas profecías sobre que la legalización del matrimonio homosexual iba a destruir la familia. O que el “alto el fuego” etarra no es tal y además es falso, porque el único que ha cambiado (a traición) es Zapatero. Basta con leer las dos entrevistas publicadas el domingo a Mariano Rajoy y a María San Gil sobre el mismo tema, la situación con ETA. Las preguntas eran casi las mismas, pero las respuestas no podrían ser más divergentes en muchos casos. Si en el PSOE es urgente un liderazgo que tenga principios y proyectos claros además de pragmatismo y astucia, en el PP urge un afinador de pianos que elimine las disonancias y estrépitos dañinos que destrozan el concierto. Pero ambos arreglos parecen remotos. El problema es este: los partidos pueden esperar lo que haga falta a democratizarse y a tomarse en serio la realidad, o no hacerlo nunca, pero la sociedad de los ciudadanos no tiene tiempo. Por tanto, y contra todo pronóstico, quizás sea más realista y sensato apoyar la creación de un nuevo partido político, algo sin duda costoso y difìcil, que esperar la mejora de los existentes, quizás un imposible.



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